sábado, 2 de octubre de 2010

Los años muertos


Regresar al dolor de tus arenas
y contemplar tus noches envueltas
en girones de nubes,
sería renacer de mis cenizas
cual el ave inmortal de los misterios egipcios,
y aún así, retornando a tu seno,
 y a tus aguas,
los años que se han ido con tu ausencia
seguirían estando muertos en mis manos.

Caminar otra vez aquella calle
impregnada del olor del eucalipto,
contemplando las raíces retorcidas
que el paso del tiempo dejó al descubierto
abriría las compuertas de la presa
que cerraste aquel enero en que te abandoné.
Y si añades a esa dicha infinita
las voces de mi mar,
el soplo del Pampero,
el ruido de la hojarasca amontonada
durante interminables otoños
en aquel, nuestro parque,
entonces, alma mía,
el Ave Fénix, apenas renacido
volvería a consumirse en su nido de incienso
preso de la dicha suprema
de contemplar tu cielo
iluminado por la Cruz del Sur,
que se había muerto
en mi alma exiliada.

Pero aún así,
acunada en tu sonido,
empapada de tus tonos pastel,
recubierta de tu llanura interminable,
encallada entre tus amaneceres rosados,
aún así, tierra mía,
los años que se han ido alejando
con tu ausencia premiosa
estarán muertos para siempre
entre mis manos trémulas, mojadas de llanto.

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