martes, 28 de abril de 2015

Si...





Si hablamos de tu ausencia, entonces, 

lo que hay a mis pies, más que una carretera 

es un sepulcro.

Retrospección



Afilar lápices de mina es un ejercicio sencillo de retrospección 

Las virutas rizadas semejan bucles de tiempo posados suavemente en mi mesa.

miércoles, 22 de abril de 2015

Derribo



Abrí los ojos mientras me derrumbaba.

No quería perderme el instante más revelador de mi propia existencia:

ese, previo a la muerte de todas las convicciones.

Me descubrí cambiando durante el mínimo tiempo que duró la caída.

Me encontré como Alicia, en un agujero de conejo

con el reloj desvelándome que era demasiado tarde.

Jugué mis cartas aun sabiendo la partida perdida.



Me vi tras un espejo de miseria

incapaz de reconocer a la niña que, descalza,

porfiaba en atravesar los charcos

sabiendo que iba a herirse las plantas de los pies.



Las verdades nos asaltan sin misericordia ni rodeos.

Se emboscan en pozos negros

y nos enseñan a base de zarpazos o de escarnio.

Aprendemos llorando.



No queda universo seguro ni refugio que salve de todas las tormentas.

Hay mares embravecidos que, como en las canciones,

atravesamos navegando en cáscaras de nuez.



La resurrección es una cuestión de principios.



Las cosas han cambiado. Hoy prefiero perderte que perderme.





miércoles, 8 de abril de 2015

Cuaderno de viaje







Mi cuaderno de viaje es un efugio en forma de libreta con hojas amarillas de papel reciclado.

Es un cómplice que se acerca a mis noches en vela, un aventurero callado y abnegado que guarda propósitos y recuerdos.

Con él planifico mis periplos y desgrano listas de todo tipo: de equipaje, de destinos, de pros y contras, de personas, de preámbulos…

Contiene amagos de relatos. Sujeta ideas que nunca terminarán de ver la luz y otras que finalmente mutarán en historias. Esconde retazos de poesía, versos rotos y torpes, palabras bellas, preguntas sin respuesta…

En sus hojas perfumadas hago además apuntes de estudio, anoto números de teléfono o pequeños recordatorios como si de una agenda se tratase.

A veces, dibujo distraídamente en cualquiera de sus esquinas figuras geométricas, o las letras de un nombre, que sorteando mis sentidos, adviene a mi mano.

Un lugar especial entre sus páginas lo ocupa el inventario de los libros que quiero sacar de la biblioteca, películas que algún amigo ha recomendado o música a descubrir en mis ratos tranquilos.

Es el muro donde escribo aquellas letras de canciones que me tocan el alma, y en el que a veces, me permito rubricar algún consejo, alguna frase que me obligue a repensarme, con la esperanza de que un día de suerte, ojeándolo distraída, vuelva a encontrarla y quizás, ¿por qué no?, encienda en mí una hoguera en la que abrasarme creando.