jueves, 3 de marzo de 2011

Miseria

La mediocridad se ha instalado en el mundo como una enfermedad endémica, campa a sus anchas en múltiples veredas, se asoma  en incontables esquinas, a todos acecha y a innumerables gentes alcanza, derriba o infecta.
Se pasea arrogante entre políticos, intelectuales, comunicadores o maestros. Se aprende en las aulas de la vida como una asignatura indispensable, y es triste ver cómo los hijos de este mundo mezquino crecen con la convicción de que es la madrina fácil de sus posibles éxitos (que no triunfos)

Se puede ser mediocre por falta de formación o de talento, y esto, no es condenable… 

Pero lo verdaderamente terrible, lo monstruoso, lo imperdonable, es la mediocridad de espíritu que infecta hoy día a tantos ilustrados que, por no ver más que su propio ombligo, se atreven a denigrar a sus semejantes con la paupérrima intención de acrecentar sus ya exacerbados egos.

Y suma y sigue…