viernes, 4 de julio de 2014

La persistencia de la memoria





Puede que el péndulo del reloj se compadezca, 

sople con suavidad, 

seque mis lágrimas… 

Puede que una niebla azulada y húmeda 

vele el espanto del cementerio 

en que nuestra casa 

se ha convertido. 

Puede que un dios benévolo y hermoso 

ponga en mi frente 

su palma, de vez en cuando, 

invocando al olvido durante unos instantes… 

Puede que tus miradas 

endulcen los silencios inclementes, 

o que tras los susurros 

se escondan los demonios. 

Puede que intente amarte, 

que te perdone, 

o que ría quizás tus alegrías, 

pero esta cicatriz que atraviesa mi rostro, 

esta atroz quemadura 

en mis ojos castaños, 

esta herida infectada y sangrante

no tiene cura… 

ya no puede sanar… 

es una marca negra y putrefacta 

que llevaré en mi carne 

hasta el último día, 

que anidará en mi alma incluso más allá… 

más allá de la muerte,

¡hasta en mis otras vidas!