Te recibió mi mar
aullando atronador
frío y marrón
revoltijo de espuma.
Se acercaron gaviotas
a curiosear,
acaso tus juguetes
o tu risa.
Un trozo de celeste
se abrió paso entre grises
para admitir al sol
durante un rato...
Te vi,
brillando a mediodía...
llevabas en tu rostro
mi niñez,
en tus manos mi arena,
en tus pies chiquititos
el frío de mis olas que orilleaban
inquietas...
Te vi...
arrebatándome el espacio de mi dicha,
arrebatándome el mar,
que desde entonces
no ha vuelto a ser tan mío,
solo mío...
porque ayer
se enamoró
de tu inocencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario