jueves, 6 de marzo de 2014

Rojo abismo


Creía yo que al morir cruzaría un largo túnel oscuro, y que al final, vería la luz blanca y cegadora esperándome pacientemente al “otro lado”. Mi túnel sin embargo era acuoso y azul, y cambiaba de forma… describía caprichosos meandros, se transformaba de a ratos en laberíntico pasadizo palpitante… Un tronar de tambores acompasaba el viaje vertiginoso y violento hasta la náusea.

Al fondo, muy al fondo, una hondonada escarlata, incandescente, un largo precipicio, de dientes afilados, una lengua gigantesca, húmeda y repulsiva, cubierta de pústulas rezumantes de pus y negra sangre… El monstruo que entonces me engullía, no sabía de cielos ni de infiernos, no entendía de dioses ni demonios, estaba, simplemente, a la salida del túnel esperando su cena: el próximo suicida.

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