martes, 18 de marzo de 2014

La mentira



La mentira es una forma de suicidio. Una línea curva que se inventan los cretinos para que el rodeo les proporcione un poco de tiempo en el que rehuir su propia mirada en el espejo.
Es la vanagloria de la cobardía y el miedo de uno mismo. Una flaqueza oblonga disfrazada de soberbia.
La mentira lacera al estafado, pero hiere de muerte al embustero. Le rebaja al más vil de los escarnios a la más brutal de las vergüenzas: la propia indignidad.

La mentira es una forma de violencia. La inmolación implícita de una grandeza innata que el mentiroso lapida en alas de lo efímero.
Extravío de lo auténtico en el que naufragan las buenas intenciones. Dulce agonía donde se pierde todo con conocimiento de causa y de consecuencias. 
Un crimen perpetrado contra la honestidad, excusado en la inmediatez de un regocijo, que más pronto que tarde mutará en sufrimiento. 
Es la puerta de entrada al laberinto que no tiene salida.


La mentira es una táctica de huída. Y el mentiroso pues, un timorato.  

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