jueves, 20 de marzo de 2014

La mochila




Hoy me regalaron una mochila. 

Parece un regalo corriente pero no lo es. 

Una mochila es, según se mire y según se use, una nave al paraíso, un tren con destino al asombro, un navío cargado de ojos ávidos de paisaje. Puede parecer inofensiva, pero su poder radica en ir minando nuestro sosiego, en perturbarnos la paz y el orden establecido hasta que no nos quede más remedio que lanzarnos al vacío de la aventura. 

Es un arma de doble filo porque nos embauca para no regresar jamás a casa. Nos seduce con olores exóticos y colores nuevos. Nos empuja por caminos y andenes, por terminales y aeropuertos, por cañadas, por valles, por bahías y torrentes que descienden de montañas. Nos instiga a mirar adelante y buscar siempre nuevos horizontes estrellados, balcones con vistas, abismos sin fondo… 

Tenerla en un rincón de la casa siempre supone un peligro. Desde su esquina umbría, silenciosa y astuta, ella acecha paciente. Al mínimo descuido nos embruja fingiendo candidez, a abrirla y vislumbrar sus posibilidades. Y una vez lo hemos hecho, ya somos presa fácil. El salir por la puerta cargados de entelequias sólo es cuestión de tiempo…

No hay comentarios: