jueves, 21 de abril de 2011

El delirio menguante


Se cierne la habitación sobre mí. El cielo raso amenaza con aplastar mi cabeza mientras una ventana se acerca peligrosamente a mi codo derecho. Intento estirar una pierna y me queda atascada en la estufa de leña. Se amontonan a mi espalda las sillas del comedor y una de ellas me clava una pata entre los omóplatos. Intento gritar pidiendo auxilio pero el ventilador de techo está a punto de romperme los dientes con una de sus aspas, así que vuelvo la cabeza y busco, con la mano que aún puedo mover, el mando de la tele, o el interruptor de la luz… cualquier cosa que pueda pulsar con la esperanza de que haya algún botón que detenga lo  inevitable…
Lo que parecía un buen refugio  va a convertirse al parecer, en mi tumba.
En el momento justo en que el cuadrito de punto de cruz con la inscripción “Home sweet home” va a clavárseme en el ojo, me asalta la duda ¿Seré yo la que crezco desbocadamente o es la casa la que mengua sin darme respiro?
Intuyo que, por mucho que arreciase ahí fuera la tormenta, jamás debí colarme en la casa de Alicia.

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