martes, 25 de febrero de 2014

Los esposos

Para M. y R. 



Esconden en los ojos un misterio callado;
Quizás la rebeldía de emplazarse frente a frente
lo que queda de vida.
El augurio feroz de resistir a todas las miserias del mundo.
La voluntad salvaje de conquistar los días vestidos de promesas.

Su máximo tesoro consiste simplemente en el libre albedrío.
Libertad para entregarse…
infinitud en la entrega…
Reír como quien desgrana racimos de cristal
sobre un suelo de mármol.
Convocar la alegría en todas las trincheras.
Pelear hasta la muerte,
rescatarse del  tedio,
inspirar a los hijos,
construirse las alas…

Saben que su destino se escribirá por siempre
en una cinta blanca ondulando al aire,
que en el juego tardío se apostaron la vida
y ganaron la aurora, el oleaje, la luna,
el croar de las ranas;
el cordón con que atan la soledad insomne
a la cola brillante del cometa,
la explosión otoñal de color
del liquid ámbar.


Escriben sus verdades en las paredes húmedas
de la cueva sagrada,
se bañan en la orilla de un río que susurra
desafíos y honras,
ahúman en incienso los sueños desbocados,
se libran de los miedos ardiendo en una hoguera
que es más una delicia que un martirio.

Conocen su poder. Es la felicidad. 


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