El mundo giraba alrededor del sol de tu sonrisa.
Eras la primavera y el manantial, la lucidez o la locura;
el pasaporte al país de todas las dichas.
Guardabas tras tus muros mi esperanza…
La noche se poblaba de luciérnagas
solo si aparecías reptando entre las sombras
y te deslizabas despacio entre sábanas azules.
Bajo el embrujo de tus dedos
temblaban cada noche mis deseos
prendidos a una estrella.
El universo y la nada se aunaban
en el rito feroz que oficiaban los dioses
custodios de lo humano…
Sabía a eternidad tu piel
desbocada en torno al cáliz de mi locura.
Eras tú… y eras yo,
unidad infinita,
andrógino perfecto solo por un instante
rebosante de magia.
Ahora que no estás,
que has decidido irte
en busca de otro cielo al que alzar la mirada
solo soy la mitad,
una mitad vacía y desangrada,
media vida,
media voz,
media alma.
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