miércoles, 22 de abril de 2015

Derribo



Abrí los ojos mientras me derrumbaba.

No quería perderme el instante más revelador de mi propia existencia:

ese, previo a la muerte de todas las convicciones.

Me descubrí cambiando durante el mínimo tiempo que duró la caída.

Me encontré como Alicia, en un agujero de conejo

con el reloj desvelándome que era demasiado tarde.

Jugué mis cartas aun sabiendo la partida perdida.



Me vi tras un espejo de miseria

incapaz de reconocer a la niña que, descalza,

porfiaba en atravesar los charcos

sabiendo que iba a herirse las plantas de los pies.



Las verdades nos asaltan sin misericordia ni rodeos.

Se emboscan en pozos negros

y nos enseñan a base de zarpazos o de escarnio.

Aprendemos llorando.



No queda universo seguro ni refugio que salve de todas las tormentas.

Hay mares embravecidos que, como en las canciones,

atravesamos navegando en cáscaras de nuez.



La resurrección es una cuestión de principios.



Las cosas han cambiado. Hoy prefiero perderte que perderme.





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