martes, 10 de febrero de 2015

Paula

Paula tiene los ojos de almendra y la risa fácil.
Disfruta de la música y los libros.
Ama a los animales.
A su paso agita cascabeles y reparte alegría.
Generosa, intuitiva. Estandarte de luz.
Soñadora y despierta.

Ella huele a violetas,
a pan,
a tarta de manzana.
Tiene siempre un aire marino,
una melancolía,
un vapor de arcoíris  rondándole  los pasos.

Un velo de misterio, como una mariposa, se ha prendido en su pelo
y le envuelve  los pies,
y la arrastra a un lugar donde nadie la alcanza.

Cuando anda, la tarde apresura la marcha, presa de la envidia,
distraída, la luna se queda esperando
a encontrar el reflejo en el halo sinople de su mirada.

Ella es una tea encendida al fondo de la cueva,
las mil sombras que su vaivén dibuja nadie las descifra.
Ella es pájaro y nido,
carretera y hogar,
rendición y esperanza.

"La pequeña" significa su nombre
pero ella es gigante.
Por eso a veces creo
que Paula en realidad
viene de otro planeta.
Y que sus quince años son una eternidad hecha poesía.
Una pregunta lúcida
a una respuesta viva.
Quince años que son a la vez
la jaula y las alas.
Quince años que pintan senderos,
que sin compasión reabren heridas.
Quince años de huellas.
Quince años de musas.
Quince años de abrazos.
Del amor, la medida...

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