Puede que el péndulo del reloj se compadezca,
sople con suavidad,
seque mis lágrimas…
Puede que una niebla azulada y húmeda
vele el espanto del cementerio
en que nuestra casa
se ha convertido.
Puede que un dios benévolo y hermoso
ponga en mi frente
su palma, de vez en cuando,
invocando al olvido durante unos instantes…
Puede que tus miradas
endulcen los silencios inclementes,
o que tras los susurros
se escondan los demonios.
Puede que intente amarte,
que te perdone,
o que ría quizás tus alegrías,
pero esta cicatriz que atraviesa mi rostro,
esta atroz quemadura
en mis ojos castaños,
esta herida infectada y sangrante
no tiene cura…
ya no puede sanar…
es una marca negra y putrefacta
que llevaré en mi carne
hasta el último día,
que anidará en mi alma incluso más allá…
más allá de la muerte,
¡hasta en mis otras vidas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario