Cuando alzó la mano un relámpago en su mente le mostró la imagen de sus niños mirándola con los ojitos llenos de interrogantes que no podría responder sin recurrir a las mentiras… de la mesa de cristal sin mantel, en la que solo había un plato de arroz blanco, media barra de pan y el frutero vacío…
Tuvo la premonición de innúmeras noches a la luz de una vela, con frío y sin estufas… de un barreño azul con agua calentada en el “Campingaz”, en el que bañaba a sus pequeños ayudándose de una jarrita de plástico...
Se contempló dejándolos solitos a las once de la noche, con suerte ya dormidos, otras veces llorando… para irse a revolver los contenedores de basura del hipermercado en busca de yogures caducados, o alguna cebolla medio podrida.
Vio los recibos del gas y de la luz, colgados con un imán de la nevera… sin pagar desde marzo… y advirtió su propio sobresalto al escuchar el timbre del teléfono… ¡malditos acreedores!
Le aulló una voz en su cabeza el llanto de Rebeca que no podría, un año más, ir a la excursión al zoo con todos sus compañeros. Y contempló su decepción con el alma en un hilo…
Detuvo por un momento su mano. Solo un instante de tregua, eternizado por la reflexión y el silencio, hasta que hizo su aparición la demoníaca sombra desafiante y le espetó a la cara: “No puedes resistirte. No lo harás…”
Y se rindió al horror de lo inevitable, con un dejo culpa y mucho de cómodo abandono.
Su mano volvió a alzarse para meter en la ranura otras dos monedas, con la esperanza de que esta vez sí, salieran por fin, los tres limones.
Publicado por primera vez en "Luces y Sombras" de "Léptica" Revista on line.-
Nahir Subelzú