Sin que me diera cuenta
te instalaste en mi vida
robando sin pudor
las llaves de mi casa,
para hacer tuyas mis manos,
mi boca,
mis ojos negros,
para libar las lágrimas
que arriban a mis labios.
Sin que me diera cuenta
hundiste tus raíces en mi
tierra mojada
y sorbiste los gestos de mis sonrisas nuevas,
bebiéronse tus frutos
infames
las mieles de mi boca,
profanaste el santuario
que la madre natura
erigiera en mis senos.
Sin que me diera cuenta
helaste mis ventanas,
apagaste la fragua en que
forjaba mis sueños,
encerraste los pájaros que habitaban
el bosque,
esculpiste desdichas
en mi rostro,
mi morada y mi lecho.
Sin que me diera cuenta
fuiste barriendo huellas,
envenenaste el agua,
extinguiste mi fuego,
contaminaste el aire que respiro
y mi tierra
volviste yerma, impura…
todo lo que había amado
desterraste al olvido.
Condenada tristeza,
te instalaste en mi vida
y diste muerte a mi alma,
sin que me diera cuenta.
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