(dedicado al viejo Tino, que vivió como indigente, aunque no indigno,
y pereció a manos de la brutalidad y la intolerancia)
Foto: rafaelgershom.blogspot.es |
Con los ojos sangrantes miraba;
y con desprecio.
De niña me asustaban su voz de pucho y vino,
los dedos amarillos y resecos,
las uñas renegridas,
el olor repugnante de la roña
y aquel gesto de fiera acorralada.
Algún hombrecito emponzoñado
de alma uniformada
pensó entonces
que deslucía con su peste las calles de mi pueblo.
Y le mató
dejándome la culpa adolescente
por el asco y el miedo…
un espanto que regresa a mis noches todavía,
cuando la tormenta rasga
con su puñal de estruendo el cielo renegrido
como las uñas del viejo Tino.
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