Desperté al sur de la inocencia cubierta de inmundicias,
de sangre y lágrimas.
Había olvidado mi nombre.
Una horda de extraños vagabundos
alargaron sus manos intentando tocarme.
Me alcanzó una manada de bestias como culpas
y me arrancaron la piel a mordiscos,
el corazón y las vísceras…
Paralizada de terror y de dolor…
…o de cansancio…
me dejé arrastrar hacia el abismo.
Y en el abismo no había nada. Solo la muerte.
1 comentario:
Una buena descripción del abismo, de ese abismo que en ocasiones se abre "al sur" y nos engulle, pero "hay remedios y remedios..."
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