El Dios de Dioses, Dueño y Señor del Universo, en la inmensidad del espacio-tiempo lo tenía todo. Hacedor de luces y sombras, maestro, juez, artista… arquitecto de galaxias y exterminador de dinosaurios, cultivador de junglas, armador de arrecifes o desfiladeros… su inacabable poder se extendía a diestra y siniestra de todos los soles… Y sin embargo, contra toda lógica, se sentía solo.
En su perfección echaba de menos la risa, la fragilidad, el espíritu aventurero, y hasta la irreflexión de su hijo predilecto, el hombre.
Por eso, le tendió la mano en un gesto sin precedentes, para acercarlo a su divinidad y poder gozar de su deliciosa compañía.
Así pues, los sorprendió Miguel Ángel. Y así los retrató.
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