Versos y quimeras
Escribo, porque la alternativa a escribir, es un vacío espantoso. Porque en las líneas que invento me va la vida. Y porque no sé hacer otra cosa que me haga más feliz.
sábado, 29 de abril de 2017
Traslado
domingo, 17 de mayo de 2015
Papá
domingo, 3 de mayo de 2015
Peaje
viernes, 1 de mayo de 2015
Queridas tormentas
Rescatar lo que esté entero. Hacer recuento de daños irreparables y de certezas a salvo.
Componer lo que nos queda en las manos, reconstruirnos las alas, recolectar las migajas para volver a poner en marcha el reloj de arena.
Después de cada tempestad y durante una época ¡nos somos tan extraños! No nos reconocemos a causa de los cambios que esculpieron los golpes. Nos erguimos transparentes, ligeros. Como los vampiros, no nos reflejamos en los espejos.
La brillantez del día estrenando luz contrasta con nuestro “blanco y negro” que insiste en no marcharse. Y para desembarazarnos de la sombra no basta con ponernos en pie, hay que aprender a subir por las montañas de escombros sin caer al abismo.
Yo quiero a mis tormentas. A su brutalidad le debo lo que ahora soy, lo que conmigo cargo. Ellas me construyeron a base de aguaceros y huracanes, a base de viento inclemente y frío del que cala los huesos. Erosionaron las muecas de dolor que ahora son sonrisas. Llenaron mis ojos de arena hasta que pude llorar toda amargura.
Ellas me enseñaron a buscarme, y a reconocerme cuando me encuentro. A tender yo misma los puentes que franqueen mis ríos. Me revelaron el inicio secreto de las escaleras de caracol y encendieron el fuego que me alumbra los caminos ascendentes, repletos de restos de los propios naufragios.
Desde que no las temo, he comenzado a amarlas. Tal como la semilla ama la tierra que la sepulta viva. Son el reto que espero cuando la vida amaina largamente. Mis maestras, mis musas… mis queridas tormentas… las que me ponen retos inalcanzables para que en el fragor de todas mis luchas edifique mi propia obra de arte con los pedazos inservibles de una vida que destruyen para que yo me siga levantando. Y me venza. Y me salve.
martes, 28 de abril de 2015
Retrospección
miércoles, 22 de abril de 2015
Derribo
Abrí los ojos mientras me derrumbaba.
No quería perderme el instante más revelador de mi propia existencia:
ese, previo a la muerte de todas las convicciones.
Me descubrí cambiando durante el mínimo tiempo que duró la caída.
Me encontré como Alicia, en un agujero de conejo
con el reloj desvelándome que era demasiado tarde.
Jugué mis cartas aun sabiendo la partida perdida.
Me vi tras un espejo de miseria
incapaz de reconocer a la niña que, descalza,
porfiaba en atravesar los charcos
sabiendo que iba a herirse las plantas de los pies.
Las verdades nos asaltan sin misericordia ni rodeos.
Se emboscan en pozos negros
y nos enseñan a base de zarpazos o de escarnio.
Aprendemos llorando.
No queda universo seguro ni refugio que salve de todas las tormentas.
Hay mares embravecidos que, como en las canciones,
atravesamos navegando en cáscaras de nuez.
La resurrección es una cuestión de principios.
Las cosas han cambiado. Hoy prefiero perderte que perderme.
miércoles, 8 de abril de 2015
Cuaderno de viaje
Mi cuaderno de viaje es un efugio en forma de libreta con hojas amarillas de papel reciclado.
Es un cómplice que se acerca a mis noches en vela, un aventurero callado y abnegado que guarda propósitos y recuerdos.
Con él planifico mis periplos y desgrano listas de todo tipo: de equipaje, de destinos, de pros y contras, de personas, de preámbulos…
Contiene amagos de relatos. Sujeta ideas que nunca terminarán de ver la luz y otras que finalmente mutarán en historias. Esconde retazos de poesía, versos rotos y torpes, palabras bellas, preguntas sin respuesta…
En sus hojas perfumadas hago además apuntes de estudio, anoto números de teléfono o pequeños recordatorios como si de una agenda se tratase.
A veces, dibujo distraídamente en cualquiera de sus esquinas figuras geométricas, o las letras de un nombre, que sorteando mis sentidos, adviene a mi mano.
Un lugar especial entre sus páginas lo ocupa el inventario de los libros que quiero sacar de la biblioteca, películas que algún amigo ha recomendado o música a descubrir en mis ratos tranquilos.
Es el muro donde escribo aquellas letras de canciones que me tocan el alma, y en el que a veces, me permito rubricar algún consejo, alguna frase que me obligue a repensarme, con la esperanza de que un día de suerte, ojeándolo distraída, vuelva a encontrarla y quizás, ¿por qué no?, encienda en mí una hoguera en la que abrasarme creando.
lunes, 9 de marzo de 2015
Cosas que me hacen feliz y no cuestan nada.
Levantarme temprano.
Escuchar el canto de los pájaros.
Caminar entre los árboles.
Andar descalza.
Mojarme los pies en la orilla del mar.
Gritar a todo pulmón.
Jugar con el “eco”.
Bailar como una loca.
Oír mi canción favorita a todo volumen.
Tomar mate con un amigo.
Contemplar el cielo estrellado.
El olor a hierba recién cortada.
Hacer morisquetas frente al espejo.
Colar café.
Acostarme en una cama con sábanas limpias.
Pintar una tarjeta casera para felicitar a un amigo.
Hablar por teléfono con mamá.
Explotar las ampollas del papel burbuja.
Contar cuentos reunidos alrededor de una hoguera.
Ducharme.
Detenerme a escuchar a un músico callejero.
Contar chistes malos.
Perfumar la casa con esencia de sándalo.
Construir un castillo de arena.
Bañarme en la playa.
Remontar una cometa.
Hacer pirámides de naipes para que un niño las derribe soplando.
Volar en un columpio.
Aprender algo nuevo.
Pasear con el perro.
Recoger moras del campo.
Abrir todas las ventanas de la casa para que entre el olor a primavera.
Poder recordar.
Las guerras de agua con pomos.
Desayunar en pijama de invierno.
Regar las plantas.
Hacer sapitos a la orilla del río.
Pisar charcos cuando llueve.
Nadar.
Andar en bicicleta sintiendo el viento en la cara.
Poner la mesa con esmero porque sí, sin un motivo especial.
El crujir de las hojas bajo mis pies en otoño.
Revivir un sueño feliz.
Sonreír por la calle aunque te miren raro.
Que alguien te acompañe a hacer esa gestión que te da tanta pereza.
Empezar un cuaderno.
El olor a libro nuevo.
El olor a tierra mojada.
Volver a casa después de un día agotador.
Las lluvias de verano.
Desperezarme sin pudor.
Tentarme de la risa y no poder parar.
Tomar el sol.
Ver una película de Charles Chaplin.
Trasnochar con gente linda filosofando o cantando.
Leer en la cama...
Cuando corro para alcanzar el autobús y el conductor me espera.
Cuando me despierto temprano en domingo y puedo seguir durmiendo.
Cuando voy a comprar el pan y me lo dan caliente.
Cuando a mi amiga los análisis médicos le dan "impecables".
Cuando atiendo el teléfono y ese alguien en quien llevo pensando todo el día.
Cuando encuentro en un rincón cualquiera ese libro que creía perdido.
Siempre hay motivos para sentirnos bien.
Lo importante es que los "peros" y los "no", no nos distraigan del propósito de vivir.
jueves, 26 de febrero de 2015
Enjaulados
martes, 10 de febrero de 2015
Paula
Paula tiene los ojos de almendra y la risa fácil.
Disfruta de la música y los libros.
Ama a los animales.
A su paso agita cascabeles y reparte alegría.
Generosa, intuitiva. Estandarte de luz.
Soñadora y despierta.
Ella huele a violetas,
a pan,
a tarta de manzana.
Tiene siempre un aire marino,
una melancolía,
un vapor de arcoíris rondándole los pasos.
Un velo de misterio, como una mariposa, se ha prendido en su pelo
y le envuelve los pies,
y la arrastra a un lugar donde nadie la alcanza.
Cuando anda, la tarde apresura la marcha, presa de la envidia,
distraída, la luna se queda esperando
a encontrar el reflejo en el halo sinople de su mirada.
Ella es una tea encendida al fondo de la cueva,
las mil sombras que su vaivén dibuja nadie las descifra.
Ella es pájaro y nido,
carretera y hogar,
rendición y esperanza.
"La pequeña" significa su nombre
pero ella es gigante.
Por eso a veces creo
que Paula en realidad
viene de otro planeta.
Y que sus quince años son una eternidad hecha poesía.
Una pregunta lúcida
a una respuesta viva.
Quince años que son a la vez
la jaula y las alas.
Quince años que pintan senderos,
que sin compasión reabren heridas.
Quince años de huellas.
Quince años de musas.
Quince años de abrazos.
Del amor, la medida...
miércoles, 26 de noviembre de 2014
La puerta del armario
sábado, 18 de octubre de 2014
La maestra
La maestra se agachó a su lado y le levantó la carita para mirarle a los ojos. Sacó su pañuelo del bolsillo y con suma ternura le enjugó las lágrimas aprovechando para limpiarle los chorretes de las mejillas. Lo tomó de la mano y se fueron juntos hacia la enfermería…
Los sollozos de Pablo se fueron calmando a medida que la voz de ella, puro terciopelo, rozaba su alma. Finalmente, sentado sobre una mesa, las piernas colgando y una cómica expresión de susto, se dejó limpiar y curar la herida. Mientras lo hacía, ella hablaba del recreo, de los juegos de pelota y de la próxima excursión al puerto, solo para distraerle. Él la miraba embelesado y de vez en cuando dejaba escapar un suspiro, vestigio del llanto que ya había cesado.
_Maestra…
_ ¿Qué, cielo…?
_Me gustaría irme a vivir contigo.
_Sería estupendo Pablo _respondió ahogando el nudo que amenazaba con deshacerse en lágrimas_ pero… tus padres te extrañarían, ¿no crees?
Él no respondió. Fijó la vista en sus zapatos y se distrajo mirando cómo se balanceaban en el aire…
Ella terminó de vendarle la herida, guardó el agua oxigenada, las tijeras y las gasas, y extendió sus brazos para ayudarle a bajar de la mesa. Sostuvo su cuerpecito delgado en el aire unos segundos y lo dejó con suavidad en el suelo. Después buscó en su bolsillo un caramelo masticable y se lo tendió sonriendo.
Pablo miró el bolsillo extasiado. Siempre le había parecido que la maestra tenía algo de “maga”. En aquel bolsillo encontraba todo lo que necesitaba en el momento preciso: si iba a escribir en la pizarra, encontraba una tiza; si una nota a los padres, un bolígrafo rojo; si alguien tenía la nariz sucia, el pañuelito blanco con sus iniciales, y si alguien perdía la goma, aparecía una de repuesto… Ahora, que él estaba triste y dolorido, salía uno de sus caramelos favoritos…
Si… sin duda, tenía que ser magia.
Justo antes de atravesar la puerta en pos de sus amigos se volvió corriendo, aferró su bata blanca con las dos manos chiquitas y la obligó a agacharse nuevamente. Sin darle tiempo a reaccionar le tiró los brazos al cuello.
El abrazo duró un par de segundos, los suficientes para que las lágrimas se escaparan caprichosas de aquellos ojos color de miel.
Y mientras él corría ya olvidado de sus heridas, hacia el patio del recreo, la maestra se miró en reflejo de la ventana y recordó las razones que un día la habían empujado hasta allí. Y se dijo a sí misma:
viernes, 4 de julio de 2014
La persistencia de la memoria
lunes, 23 de junio de 2014
Ha vuelto tu silencio
martes, 13 de mayo de 2014
Los trece mandamientos del supersticioso.
lunes, 12 de mayo de 2014
Dos abrazos
Hoy he recibido dos abrazos.
Uno por la mañana, impregnado de reencuentro. Un abrazo feliz, apretado y afectuoso, que me llenó el corazón de regocijo, predecesor de una charla animada, regada con vino y risas.
El otro abrazo, el de la tarde, venía teñido de luto. Un abrazo largo, triste, de esos que no necesitan de palabras porque en el silencio el dolor se comparte plenamente y las almas se comprenden y se consuelan arropadas en la mutua lealtad y la ternura.
¡Cómo es la amistad! Lo mismo estalla jubilosa, franca y deslumbrante, llenando el aire de luces y esperanzas, que se acurruca noble y cómplice en los corazones rotos para ofrendar consuelo y curar heridas con vocación galena.
En todo caso, y mirando hacia atrás, y hacia adelante, y a los lados, sólo abrazo un deseo:
“Que nunca,
nunca,
nunca
me falten mis amigos”
lunes, 5 de mayo de 2014
Paréntesis
viernes, 2 de mayo de 2014
Rosario de palabras
Yo, que ya no sé orar, no supe sostenerlo entre los dedos. Se me cayó el rosario de palabras andantes y salieron rodando, desperdigadas por el suelo del salón. Las estaba enhebrando para componer con ellas, una poesía. Pero el hilo, más débil que el peso de las mismas, rompió sin previo aviso. Y se perdieron muchas debajo del sofá, detrás de las cortinas, en el rincón umbrío junto a la biblioteca.
Mientras las busco, hilvano las que voy encontrando y entonces lo comprendo:
De toda lógica es, que el hilo de la trama no aguantara la carga. Se trata de palabras de mucho peso. Entre ellas están “lucha”, “verdad”, “filosofía”; y también “profesor”, “igualdad”, “prosperidad”, “irreverencia” y “lápiz”.
martes, 22 de abril de 2014
Puertas
Dibujo: Puerta vieja - Carlos Sánchez |
La puerta del mejor colegio de la ciudad, al que entró saltándose un curso, se abrió porque sabía leer perfectamente con solo 4 años.
La puerta de la sala de castigos se cerró tras ella gracias a la frase: “te vas a cagar mamón”, cuando el cura quiso hacerle creer que tocarle el culo era algo de lo más natural y hasta tenía su mística.
La puerta del periódico universitario la franqueó triunfante con aquel artículo bajo el brazo, sobre la tendencia de los represores a restringir la filosofía en favor del credo.
Y las puertas de la lucha colectiva las empujó ella misma fundando contra viento y marea la revista “Mi mundo ciego” en la que, desde el exilio, denunciaba los abusos de un régimen totalitario, falsario y déspota que masacraba a su pueblo ante las narices de las “naciones libres” sin que nadie hiciera nada.
Esa misma lucha le abrió una noche, cruzando la frontera, el portón de la cárcel. Y allí, en aquel universo sin ventanas ni papel donde escribir, en el mismo instante en que se cerraba tras ella la reja metálica, se colaba en su alma un resquicio de luz, al oír las palabras “Hola, soy Laura” que en forma de bienvenida le regalara su compañera de celda; la misma que derrumbaría todos los muros y abriría de par en par todas sus puertas, develando para ella los secretos del amor, tras los barrotes del calabozo número 13.
Para los que gustan de sumar números y hacer cábalas haré una pequeña aclaración: que las puertas del infierno se abrieran para ella un 5 de Agosto, nada tuvo que ver con la mala suerte. Fue la consecuencia natural de haberse negado una y otra vez a “colaborar”, de no revelar un solo nombre, ni facilitar un solo rastro para que los redactores de “Mi mundo ciego” pudieran seguir contando las verdaderas noticias.
viernes, 18 de abril de 2014
Ojos de agua
sábado, 22 de marzo de 2014
Bruno
Al girar en una esquina me lo encuentro de golpe. Parece un saco informe de huesos, y cuero ensangrentado. No es posible pensar en un ser vivo, salvo porque se mueve y gime quedamente. Me agacho con cuidado y me mira a los ojos. Está muerto de miedo, de hambre, de cansancio. Su estado de abandono es espantoso, la sarna y el recelo lo devoran en vida. Casi no tiene orejas. El instinto de supervivencia, apenas aferrado a sus carnes marchitas le lleva a roer una piedra. Es uno de los muchos perros desamparados que esconde mi ciudad por todos los rincones. La gente indiferente nos esquiva entre muestras de desagrado por el inconveniente de tener que rodearnos. Parece ser que ocupamos un espacio precioso en la agrietada acera.
Su mirada suplica: “No me dejes morir”… “no me abandones ahora que ya me has conocido”.
Durante unos instantes recuerdo mi responsabilidad, los pacientes, la sala de espera atiborrada de mujeres encinta… Pero al momento, automáticamente, tal como me enseñaron, decido aplicar la regla de oro de mi profesión: priorizar, lo urgente antes que lo importante.
Aviso que no iré a trabajar esa mañana al hospital. Preguntan la razón. Fiel a mí misma les digo la verdad.
Lo rescato de su inminente muerte y él, en agradecimiento, decide sobrevivir.
Al día siguiente me espera temprano mi superior en su oficina. Miradas censuradoras se me clavan en la espalda mientras abro la puerta de su despacho. Frustrados compañeros de trabajo que ayer, por mi ausencia, trabajaron más de la cuenta. O no, cualquiera sabe. Posiblemente mi ausencia la pagaron las pacientes del hospital.
Hay una discusión en la que no encontramos ni un solo punto en común. Me pone una falta grave y una advertencia.
_Me hubiera bastado con que dijeras que no te encontrabas bien, y nada habría pasado. Pero faltar por un perro, como comprenderás, es algo inadmisible.
_ ¿Está Ud. sugiriendo que habría preferido que le mienta? _ pregunto incrédula, recalcando las palabras.
_ Es obvio _me contesta _cualquiera menos tú se daría cuenta.
_No es obvio para mí _respondo incrédula._ Pensaba que la honestidad tendría algún valor Soy enfermera porque amo la vida. Y no solo la humana. Toda la vida.
Me retiré del despacho sintiéndome a medio camino entre la frustración y la victoria. A mi edad no he aprendido a mentir todavía, y así me va…
La falta grave mancha ahora mi expediente bloqueando cualquier posibilidad de ascenso o promoción laboral y el orgullo que siento cada vez que pienso en ella me hace fuerte.
Por cierto, mientras escribo, Bruno, un bello, enorme y feliz dogo blanco dormita y suspira tumbado a mis pies, hecho un ovillo. Mientras lo observo respirar me digo a mí misma que volvería a hacerlo, no solo una, sino mil veces más si hiciera falta.