jueves, 2 de enero de 2014

Tartărus


Te escribo en las olas  para no dejar marcas.
No espero tu respuesta.  Ni tampoco que entiendas.
Tan solo que contemples la espuma y te preguntes quizás
por el misterio que envuelven los ocasos.



Te escribo entre las brasas mientras que se consumen
efímeras, ardientes, voraces en su agónica misión de desenfreno.
Comprendo tu extravío. Hay una vocación suicida
entre las llamas verdes con que oficia el poeta.

Te clamo contra el viento.
Mis gritos se malgastan disfrazados de espanto.
Mi voz busca tus letras para cantarte el nombre con todos sus sonidos…
Te pierdo entre el bullicio de las montañas sordas, desangrado de música.


No leas lo que escribo, no escuches lo que canto.
No dejes que mi alma se te cuele en las vísceras.
Lleva veneno el ánima de quien no tiene espejo
en que mirar sus males.


No cedas al abismo que se abre en mis sienes.
No dejes que te abrace mi hiedra contra el muro.
No permitas que sople mi aliento emponzoñado
de mórbida tristeza.
Prohíbeme mirarte, ciégame si es preciso,
deniégame el poder de convertir tu mente 
en esclava del caos.

No me leas. No leas. Mi poesía es el tártaro.