martes, 21 de agosto de 2012

De pájaros y trenes





Sueño que emigro al sur volando sobre los campos.

Me deslizo solemne, elegante, gallardo…  

atravieso andrajos de nubes, expandiendo mi espíritu. 

Mis alas reman cadenciosas  buscando tierras nuevas. 

No hay fatiga capaz de detener este anhelo de llegar 

a  misteriosos bosques 

perfumados de sal y sabia nueva. 

En mis genes palpita la pasión de encontrarlos. 

Acunado en quimeras me duermo en pleno vuelo…



Despierto. El cielo ha desaparecido, y las nubes y el viento…

Ya no soy pájaro, no,  soy un hombre. 

Voy viajando en un tren hacia tus brazos.

El tránsito hasta ti es un largo destierro de soledades turbias

que avanza pertinaz sobre argentas serpientes,

urgente de tus labios, palpitante de gozo anticipado.


Y  como cuando era alado y emigraba…

sé que solo he nacido para hallarte. 

¿Quién dijo miedo?




Se lanza desnuda al vacío del perdón  con los ojos cerrados 

y los dedos cruzados, por si las moscas.

Si el salto sale bien, volará hasta posarse suavemente en 

las rutinas azules, en los instantes de 

serena complicidad y en el agua mansa del placentero 

cansancio compartido.

Si sale mal se estrellará una vez contra los arrecifes y 

después de unos minutos de insoportable 

dolor, quebrada y vencida, el aroma de la muerte guardará 

su secreto para siempre…  

Quizás valga la pena el riesgo. Nunca se sabe.

La casa

(A mi padre, que levantó esa casa con sus propias manos)



No vengas hacia mí prendida en los faldones del recuerdo,
agazapada y muda como paren capullos 
las rosas en los parques,
no vengas con el sol, perfumada de lilas y jazmines,
no regreses al mar de mis ojos cansados y desiertos.

Tu simple aurora fue discreta de naranjas y rojos
ceñidos a mi hogar, que era jardín y arena y mariposas,
eran ayer tus parras y tus muros
refugio de mis juegos y mis lágrimas,
olías a ruda y a cedrón…
estallaban las siestas al estruendo del aire caluroso…
No regreses ahora que me he acostumbrado a no pensarte.

Si ahora vuelves,
si vuelves
con tus paredes grises
a ocupar en mis ratos vacíos de la tarde
el lugar que guardé una mañana antigua
a tu imagen preciosa,
reviviré el dolor del día en que de ti, me arrancaron temblando,
y volveré a morir de tristeza…
volveré a abandonarte
y después,
ya no habrá guarida donde esconder la certeza
de que entonces, te perdí para siempre.